El inquietante roce del terciopelo azul.

Por Begoña del Teso

Dijeron en Sevilla, donde consiguió un premio bien bonito y de muchos quilates, el Nuevas Olas, que esta película de grano duro atenuado por la misteriosa, voluptuosa, nocturna pero vaporosa iluminación de Alberto Branco era profundamente lynchiana. Lynchiana de David y de ‘Twin Peaks’. Vale. De acuerdo. Pero lo que son las cosas, a mí desde que veo a Nadia posando para los aprendices de pintores de esa academia, la academia de Julia, su peinado me recuerda al de Isabella en ‘Blue Velvet’. Es más, siento a lo largo de muchos momentos del filme de la donostiarra repatriada en Galicia, con anclajes en el Punto de Vista de Iruña y próxima residencia en Tabakalera el siempre inquietante roce de eso, del terciopelo azul.
Pero ‘Arima’ es muchas cosas más que una ensoñación Laura Palmeriana. Es un thriller fantasmal que habría tenido un recorrido perfecto en la Semana de Cine Fantástico si La Horrorosa tuviese una sección de filmes al margen, de los que experimentan, prueban y juegan en compañía de lobos. Porque lobos hay en «‘Arima. Y boleros. Y juego de espejos, transmutación de identidades. Cazadores misteriosos. Madres perdidas. Espíritus que habitan (porque allí puede que se quedaran encerrados) en las alcantarillas. Y entonces deberíamos hablar de Stephen King. O tambien de Kubrick y su ‘Eyes Wide Shut’. De Schnitzler y ‘Relato soñado’
Pero acaso seria mejor hablar de Jaione como autora con voz propia. Galaica. Voz que rebota entre los espejos. Autoría tan potente que a ratos te hace pensar cuánto (buen) cine ha debido de ver. Porque, aunque no debería decirlo, yo siento en ‘Arima’ el riquísimo y acogedor malestar que experimenté en aquel denostadísimo ‘Solo Dios perdona’ de Winding Refn. «Arima’ te jala hacia lugares entrevistos en ‘O que arde. Pero pareciéndose a tantas, tiene mucho de única.

Publicado en la edición de papel del diario el 11 de febrero de 2020.