Verengo: la rueda sigue girando.

Por Diego Brodersen

Verengo, dirigida por Víctor Hugo Seoane, comienza con imágenes de hace unos 25 años, registradas con una de esas cámaras hogareñas de formato VHS compacto. En ellas, un Seoane niño le pide a su padre que lo deje grabar a él. Corte y elipsis, con el ahora realizador regresando a la casa en la cual nació y se crió, de nuevo junto a sus padres y abuelos. Mitad documental de observación, mitad home movie, la película acompaña las rutinas ordinarias y extraordinarias de una pequeña finca familiar en la región (el pastoreo, el amasado de bollos, el eventual sacrificio de un cerdo, por una vez fuera de cuadro), al tiempo que una serie de entrevistas aparentemente casuales ponen de relieve una dinámica familiar que no se ha perdido. Sobre el final, una serie de fotografías evidencian que “los hijos han sido padres y los padres abuelos”, confirmación de lo que podría ser la máxima del film: la rueda sigue girando, los vacas pariendo y los terneros mamando, las lluvias dándole paso a la salida del sol entre las nubes.

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